Posteado por: Matilde Amorell | Jue 29 abril, 2010

después del «felices por siempre»

Han pasado pocos meses desde nuestro matrimonio, en los cuales me he dado cuenta que hay varias cosas comunes relacionadas con la casa, en las que todas las recién casadas estamos pensando.

Este es mi «happily ever after«en el hogar:

1./Quejarse del marido porque es un desastre. Es increíble como todas las recién casadas se quejan del desorden de su marido. De verdad parece que todos los hombres hacen lo mismo y a todas las mujeres nos disgusta igual. La tapa de la poceta, la ropa sucia y las toallas mojadas fuera de lugar, son la trinidad de las quejas que nunca pueden faltar. Por supuesto se le suman otras, pero para que mencionarlas si todas las conocemos.

2./Dedos cortados. Esta sólo aplica a las vagabundas que no se acercaban a la cocina ni para hervir agua, pues era evidente el peligro que íbamos a correr al manipular estas nuevas herramientas: el cuchillo y el pela papa. Nunca me había cortado tantas veces con un cuchillo ni sabía que era posible con un pela papa, pero claro, para eso requería entrar a la cocina.

3./Mis uñas son un completo desastre. Necesito recomendaciones de pinturas de uñas que resistan el tecleo de la computadora y la lavadera de platos. Porque las mias no están funcionando como antes.

4./ Nuevo amor por la señora de servicio. Éstas mujeres no eran tan apreciadas como ahora. La que va a mi casa tiene tres larguisimas semanas que no me visita, por razones absolutamente justificadas, pero por favor… VUELVE! La extraño más que a mis mejores amigas en el exterior.

5./ Qué le voy a preparar al gordo esta noche? Uno en su casa el trabajo más arduo que tenía era quejarse porque lo que había para comer no era del agrado. Ahora toca ser suficientemente creativa para no darle atún con galleta todas las noches y algunos medio días. No me imagino lo que se puede complicar esta tarea cuando hayan niños involucrados cuya nutrición esta en nuestras manos. Porque vamos, al menos el «gordo» no se va a desnutrir.

6./El nuevo apellido. Llegando de la luna de miel me llamaron por mi nuevo apellido y tuve que pensar unos instantes para reconocerme. Luego de reflexionar con una amiga que tiene dos hijos, concluimos que son los hijos quienes terminan de encasquetarle a uno el apellido. Así que no hay apuro, es un proceso natural.

7./Organizar la casa. Sinceramente cuando me mudé, aquello de organizar las cosas de la cocina en los gavetines, no me pareció la gran cosa. Pero una vez que comencé me di cuenta que la verdad requiere ser muy hábil, porque el espacio es limitado y las cosas se convierten en ilimitadas.

8./Utensilios de cocina. Uno da por sentado que los utensilios por ser de cocina en toda cocina deben estar. Pues no. Te tienes que encargar de hacer que lleguen a su destino. Menos mal ese es un fuerte de mi mamá y se encargó de abastecerme con cosas que yo quizás ni pensé que podría llegar a utilizar.

9./Disposición del tiempo. Más de un día me provoca llegar a la casa a tirarme en la cama a ver televisión como lo podía hacer antes. Pero no. La ropa no se va a lavar espontáneamente, ni el piso a limpiar, ni la comida a preparar. Uno lo tiene que hacer. Por lo menos, los días que la profesional de la limpieza no viene.

10./Gracias a Dios mi marido me ayuda. Ésta no se la he escuchado a muchas recién casadas, más bien lo contrario. Pero yo he corrido con suerte. El coleto y la escoba no tienen nada de femenino. Mi cuñado nos visitó hace unas semanas e intentó hacer un chiste de eso. Por supuesto salió un poco con las tablas en la cabeza, porque para mi es un orgullo que mi esposo me ayude. Simplemente hay cosas que a él no le molesta hacer y las hace, además las hace muy bien. Me encanta porque me hace sentir equipo, la casa en los hombros de los dos.


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